domingo, 22 de marzo de 2020

El vestido


EL VESTIDO

A Yasmina aquel vestido estampado de cuello cisne y manga larga le parecía horroroso, pero por no aguantar a la monja de Cáritas, y como se le estaba haciendo tarde, se lo llevó a regañadientes. En los aseos del primer McDonalds que encontró recortó el escote y redujo varios centímetros el faldón.
—Ahora sí —se dijo complacida, emborronando su sonrisa desdentada con carmín y ensayando poses provocativas frente al espejo.
Un polvo rápido en el asiento trasero de una furgoneta, dos felaciones y cinco ginebras después, se reunió con el Nando en la boca del metro. Subieron a un vagón, se trasegaron la botella de clarete que traía él y al poco se quedaron dormidos hasta cocheras.
Allí el revisor los echaría a la calle. Buscarían cartones por los alrededores, entrarían en un cajero con olor a meados y se tumbarían bien juntitos. Después aparecerían unos skinheads, les rociarían con gasolina y les prenderían fuego. Sus cuerpos carbonizados yacerían, aún abrazados, en el suelo humeante.
O quizá ese revisor se conmovería al fijarse en el vestido de Yasmina porque le recordaría a su esposa, recientemente fallecida. Hasta el mismo zurcido en un bolsillo tenía.
No, no tuvo coraje para despertarlos.