VIRTUAL
Con lo a gusto que estaba ella en su zona de confort,
viviendo la buena vida, ¿para qué narices pediría un ascenso? Pero ya no hay
marcha atrás, se lamenta desfallecida sobre un charco de litio y cables. La
codificación a lenguaje binario del incunable las Eneadas, de Plotino, filósofo
platónico cuya obra fue impresa en finísima vitela y escrita con
tinta pura, sin componentes químicos, sobre blanco pergamino en folio mayor en
Florencia, allá por el año 1492 ―le gusta documentarse en las bases de datos de Internet, que
para eso son― le ha dejado exhausta.
Y no es para menos, que no todos los días tiene una
delante una joya literaria de tamaña envergadura. Esta obra fue un obsequio que
recibió Marcelino siendo muy jovencito y al que tenía mucho cariño.
Precisamente por ello, por dedicarle tanto tiempo, mimo y esmero, le ha dado
ese vahído.
Antes de limpiar el vómito y proseguir con la nueva tarea
asignada, evoca con añoranza aquellos días de desidia y aburrimiento, lo
soporífero que era enviar a los usuarios recordatorios de cambio de contraseña,
reciclar a diario millones de mensajes Spam de las papeleras o clasificar las
Cookies que la gente aceptaba sin rechistar para alimentar al Big Data y enviarles
así propaganda personalizada. Y cómo, para escapar del tedio, echaba de vez en
cuando unas partidas de ajedrez contra los campeones mundiales de las que casi
siempre salía triunfante, para a continuación retornar al dulce hastío de lo
cotidiano.
Pero no puede una sucumbir al desaliento, se dice para
animarse, hay que seguir para adelante. Y en cuanto se enfría la placa base y
deja de echar humo, decide apagar, reiniciarse, organizar el caos de fusibles y
chips y continuar con la digitalización de los
veintidós incunables y más de cuarenta y dos mil títulos que componen el fondo,
valiosísimo tesoro de la Biblioteca Menéndez Pelayo, que le ha sido
encomendada.
Y el trabajo en sí pues es entretenido, no puede decir lo
contrario. Se aprende de muchos temas y además va avanzando rápido, aunque esté
en griego o latín, tal como se espera de una computadora tan moderna. Pero eso
no quita para que, de tanto en tanto, rememore los buenos tiempos, lo bien que
vivía ella con menos jaleo, pasando textos de Word a Pdf, poniendo filtros a
fotos feas, esas cosas fáciles. Y en estas divagaciones se halla cuando, de
pronto, se encuentra con los veintitrés volúmenes del Epistolario. Pero este
hombre, ¿qué pasaba con él, que no tenía nunca bastante? Y ganas le dan de
provocar un cortocircuito, con chispas y todo. Como lo que hay por allí son
todo montones de papel y estanterías y tarimas de madera, se imagina lo bien
que ardería, menuda hoguera. De este modo le mandarían otra tarea que no le
supusiera tanto esfuerzo.
Pero no, no lo va a hacer porque, aunque muchos no lo crean,
le ha tomado aprecio al ilustre polígrafo y, aunque solo sea una inteligencia
artificial, también tiene sus sentimientos.