domingo, 30 de marzo de 2025

La casa de muñecas

LA CASA DE MUÑECAS

Que en su primer día como asistenta en aquella casa le encargase doña Asun fregar el suelo de su casita de muñecas, pasar el polvo y repartir por la diminuta sala dedales decorativos con brotes de lentejas, le pareció a Fernanda una chaladura. No sabía si contárselo a la hija que la había contratado para limpiar un poco entresemana y dejar algo hecho para la comida y la cena. Y que además ese viernes le pidiese la anciana, antes de irse a la peluquería, que envolviera en papel transparente un dadito de queso curado de oveja, otro de paleta ibérica, un biscote, una fresa y un botellín de cava de los de hotel que guardaba en la alacena y que lo metiera en la mini nevera, ya le hizo sospechar de una posible demencia.

Pero cuando el lunes, tras no lograr despertarla de su sueño, se arrodilló a regar con un cuentagotas las lentejas, observó atónita que en los peldaños de la escalera estaban esparcidos, como un reguero, unos mocasines, un traje y camisa gris, una corbata y, en el suelo del dormitorio, unos calcetines y unos calzoncillos negros.

Y, como era de esperar, las sábanas de la cama revueltas.