domingo, 30 de marzo de 2025

La postal

LA POSTAL

A Cecilia le huele la postal a crema bronceadora, a brisa de yodo y algas, a orilla del mar. Con ambas manos la pone —mejor dicho la restriega— en su nariz y entorna los ojos, concentrada en aspirar todo su aroma. Huele a verano, huele a su hijo Damián. Expira el aire y vuelve a llenar sus pulmones con ansia renovada; y no se cansa y se pasa así toda la jornada.

Los días que no hay correo, se queda como un vegetal, respira sin ganas, bebe del vaso que el marido apoya en sus labios, traga la cucharada de sopa que introduce hasta su garganta. Pero cuando llega carta del hijo es como si resucitara. En la foto de la postal sale un arenal con sombrillas y hamacas y toallas, un cielo muy azul, niños chapoteando en el agua, una pelota lanzada al aire, colchonetas con gente tumbada un barquito más allá. Y en el anverso unas pocas líneas del hijo, «… es una playa preciosa, mamá. Un beso. Damián».

Cuando a la noche cae rendida, feliz, el marido guarda la postal donde las otras. Tenerife, Venecia, Portugal. Las compra por Internet. Sellos no pone, hace años que no hacen falta.