domingo, 30 de marzo de 2025

Nubes

NUBES

Nadie en la casa entiende por qué Juanita, la vieja criada, no se muere de una vez. Y es que a sus ciento cuatro años poco, por no decir nada, le queda ya de hacer en esta vida. Con lo fácil que sería presionar un almohadón sobre su cara ni siquiera con demasiada determinación un minutito de nada y estaría. La pobre vieja, toda huesos y sin fuerzas, ni el más mínimo movimiento haría por defenderse. O sea, que no quedaría el ADN del ejecutor dentro de sus uñas, ni se llevaría en el antebrazo un rasguño al revolverse la mujer en su lucha por respirar. Tampoco quedarían moratones en la cara de ella. Ya digo, sería apretar flojito, como quien no quiere la cosa, y ayudar a la pobre anciana a iniciar el viaje eterno.

Esto lo ha pensado alguna vez, para sus adentros, la señora de la casa, el señor, los hijos y alguno de los nietos. Porque, quieras que no, mantener con vida a Juanita conlleva un gasto: hay que alimentarla por sonda, abonar las visitas del doctor y la auxiliar que viene cada día, pagar en la farmacia las recetas, comprar pañales, mantener el servicio de lavandería, etcétera. Y sobre todo, sería estupendo recuperar ese dormitorio para otros usos más convenientes. Pero ninguno de ellos, dadas sus profundas convicciones religiosas, se atreve a hacerlo.

Además, mira que la pobre mujer lo repitió cientos de veces: que qué asco de vida, todo el puñetero día recogiendo la mierda de los demás, que no se me quitan ni los sabañones ni el olor a lejía, que a ver si pronto el señor me llama a su presencia y dejo de trabajar como una mula. Por eso, cuando le agarró aquella neumonía a los noventa años, todos pensaron que no lo superaría. De hecho, hasta avisaron al sacerdote de la parroquia para que le administrara la extrema unción cuando le retiraron el respirador.

Pero Juanita, tan deseosa que estaba por reunirse con el Señor, no termina de encontrar el camino al Más Allá, no ve por ningún lado la luz que cree que hay que seguir y que le conducirá a Él. Solo ve nubes y más nubes, lo mismo que en su perra vida, y la pobre, que esperaba una señal más clara y definitiva, no se orienta, no se atreve a moverse y se ha quedado paralizada, esperando ese ansiado rayito de sol, en las entretelas de la muerte.