domingo, 30 de marzo de 2025

Mundo hostil

MUNDO HOSTIL

Parece que siempre tiene que ocurrir algo que haga enfadar a Vicente. Unas veces, es el fastidio que le supone subirse al bus y tener que viajar de pie, aunque haya solo dos paradas hasta el bar donde le gusta tomar el café, porque nadie tiene la educación de levantarse y ofrecerle su asiento a un jubilado. Otras, el trastorno que le ocasiona que, en el paso de peatones, no paren los coches y tarde unos minutos más de lo habitual en entrar al local, los suficientes para que otro parroquiano se le adelante y se agencie el periódico del bar.

Este contratiempo le cabrea mucho. La rabia empieza entonces a reconcomerle por dentro y la nota trepar desde las tripas hasta las sienes, mientras el tipo ese, además de leer despacísimo, se chupa el dedo pulgar cada vez que pasa una página. Cuando casi una hora después lo devuelve a su sitio, Vicente se pide otro café, este descafeinado porque bastante alterado está ya, y lo despliega en la barra ante él dispuesto a disfrutarlo a gusto.

Pero muchos días, no es esta tarea fácil. ¿Por qué? Pues porque o se le pone uno a la chepa mientras lee los deportes, lo cual le da mucha rabia; o en la página de las esquelas ve a un conocido de su edad, a quien veía cada mañana corriendo o montando en bici; o porque los vecinos de un barrio cercano al suyo protestan porque el ayuntamiento ha retirado un banco donde se sentaban a tomar el sol, ¡dónde vamos a parar! O porque ha perdido su equipo, o la película programada para esta noche no es de su agrado, o encuentra una falta de ortografía grave —«argallo»; ¡hay que ser garrulos, ya ni los periodistas saben escribir!—. O hay un pesado venga a echar a la máquina tragaperras, con lo molesto que es el ruido. O el perrito de la clienta que hay a su lado no hace más que frotarse el morro lleno de babas con la pernera de su pantalón. O, simplemente, porque se le tiznan los dedos de negro.

Peor hoy no puede ir la cosa, se dice, así que se termina de un trago el café, ya frío, se levanta y cierra de mala gana el periódico antes de la sección de pasatiempos, porque lo más seguro es que algún imbécil haya completado ya el autodefinido.