EL MAGO
Sí, soy su
esposa. Fui la mujer bala en sus primeros shows, casi me quemo la lengua con
queroseno al escupir fuego y tengo la tripa llena de cicatrices, de tanto
ensayar lo de partirme en dos con el serrucho.
Una noche
en un cabaret perdí una oreja cuando me lanzaba sables, pero yo, muy
profesional, simulé que era parte de la actuación. El público aplaudió
entusiasmado de lo hiperrealista que quedó, su fama se extendió y pudimos ¡por
fin! contratar una ayudante.
En mi
última función decidió hacerme desaparecer. Y aquí estoy, esperando que acabe
el truco, que ya tengo los pies fríos.