LA
SÉPTIMA VIDA
¿Puede un héroe con una hoja
de servicios tan impecable como la suya terminar así de mal? Pues sí; si no
pregúntale al gato con botas. Aunque mejor que ni te molestes, pues no te podrá
contestar.
Porque mucha palmadita en el
lomo cuando puso su gallardía e ingenio al servicio de aquel donnadie y ahora,
el muy ingrato, ni a mirarle a la cara se atreve.
Desde que se apoderó, gracias
a él, del castillo y desposó con la hija del rey, todo había empezado a
torcerse. La princesa era una maniática y le prohibió andar con las botas
llenas de barro por los mármoles recién fregados. Pero peor fue cuando le cortó
las uñas, le puso unos quiquis y le empezó a llamar Misifú. Demasiado para él,
que se lió a arañazos con aquella siesa.
Ahora, desde el alféizar donde
lo colocaron, contempla eternamente el cielo con sus ojos de cristal.