domingo, 22 de marzo de 2020

La varita mágica


LA VARITA MÁGICA

—Está oscureciendo —dijo Caperucita agachándose junto al Hada, que removía a conciencia la hojarasca—. Mire, quédese a dormir en casa de mi abuela y mañana madrugamos y seguimos buscándola, ¿le parece bien?
—Jo, qué rabia, si tiene que estar por aquí —se lamentó el Hada. Pero apenas se veía y aceptó agradecida la invitación de aquella niña tan simpática.
Unos minutos más tarde llegaron a una cabaña. Caperucita abrió la puerta y acompañó al Hada a la chimenea para que se calentara. Allí le atravesó el corazón con el atizador. Entonces agitó la varita y ¡ploff! se convirtió en lobo feroz.
Cortó al Hada en filetes y los envasó, empaquetó los huesos y guardó las vísceras en tarros de cristal, para el largo invierno.
—Aún queda espacio en la alacena —pensó relamiéndose, mientras recordaba a aquellos dos niñitos que había visto merodeando por los alrededores, tirando migas de pan.