LA
VENGANZA
Cuando era pequeña, mi abuelo
Luis me contaba que a todo cerdo le llega su san Martín y que «cría
cuervos y te sacarán los ojos». Lo de los chones estaba bien, porque después de la
matanza la abuela hacía unos chorizos riquísimos.
En cuanto a las aves, no me
daban ningún miedo hasta que un día mi hermano Fito cogió prestada la escopeta
de perdigones de mi padre y nos adentramos en el bosque. Mientras yo camelaba a
unos pájaros alimentándolos con un panecillo él disparó y mató a dos de un tiro.
Desde entonces no se van de mis pesadillas mochuelos, cárabos y búhos, pues desde
el borde del camino los ojos negros de una lechuza fueron testigos.