domingo, 22 de marzo de 2020

El casorio


EL CASORIO

Parecía que todo aquel revuelo no fuese con ella, y eso que era la novia. No paraba de repetírselo su madre, mientras le daba instrucciones precisas de cómo posar para la foto: que si ponte así que si ponte asá, que si no te apoyes en la chimenea, que si qué poca gracia has tenido siempre, hija.
Inés obedecía, pero con la mirada ausente. Del vestido se habían encargado las tías solteronas.
—Largo hasta los pies, abotonado por detrás y marrón, que seguro que se tira encima la copa de vino y así no se ven las manchas.
Sus dos abuelas, mano a mano, habían decidido el menú, no sin antes discutirlo mucho y cambiar varias veces de idea.
—Entremeses y jamón. Consomé, langostinos, lechazo y merluza rellena. De postre, tarta de hojaldre.
Entre los más de doscientos invitados no figuraba ningún amigo de Inés.
Estaba ya lista, frente a la cámara, cuando disparó el fotógrafo. ¡FUUM! Entonces se oyó una explosión y se formó una espesa humareda. Cuando se diluyó la nube se quedaron todos mudos al ver el vestido almidonado ahí, todo tieso junto a la chimenea. Pero sin ella dentro.
Del fotógrafo tampoco volvió a saberse nada.