domingo, 22 de marzo de 2020

La caracola


LA CARACOLA

Entre las risotadas y gritos de mis vecinos de toalla, que no paraban de beber cerveza, y el reguetón que ponían a los jubilados para bailar, tenía la cabeza como un bombo, así que decidí dar un paseo por la orilla.
Medio enterrada en la arena encontré una caracola. Al acercármela a la oreja pude escuchar el rumor del océano y el estruendo de las olas contra el arrecife de coral; la danza de algas y anémonas con las corrientes del fondo; el repiqueteo de las langostas en pleno cortejo nupcial; el burbujeo de galeones hundidos y hasta el lamento de algún ahogado.
Entonces sonó un arpa y a continuación el canto de una sirena. Era una voz cursi, chillona y estridente. Muy molesta y desagradable. Así que la lancé bien lejos y me fui al chiringuito.
Al tercer mojito ya me parecía hasta bien la música de pachanga.