SOLA
Un corazón de lana y acero
comenzó a latir rítmicamente dentro de aquel torso blancuzco y lampiño. «Encima calvo y
gafotas»,
pensé. No estaba mal del todo, pero cuando le pinché un pie con una aguja que
llevo siempre se confirmaron mis temores: era suavizante lo que salía. Me recordó
a José Manuel, un novio muy soso del que enseguida me aburrí. Di más vueltas
por el almacén, asomándome a las bañeras de formol, pero no había ninguno que
me gustara. Y me volví sola a casa.
Cuando iba a ponerme el pijama
me dio por mirar en mis contactos. Y vi que conservaba aún el número de José
Manuel.