domingo, 22 de marzo de 2020

La conciencia


LA CONCIENCIA

Hasta sus padres le decían que no estudiara tanto, que saliera a divertirse. Anda que no lo intenté yo veces. «Venga», le insistía, «vete de parranda, que tu novia de toda la vida, la carrera, el máster, las oposiciones a judicatura, ¡todo puede esperar! No tengas tanta prisa por la boda, el deportivo, el chalé con piscina y la caseta del perro». Pero ni caso me hizo. Antes de los treinta había alcanzado sus metas y al poco de casarse nació su hijo. Un niño precioso, una ricura de bebé.
El colmo de la felicidad se respiraba en aquel hogar hasta que una mañana de verano el Husky, cazando una mariposa, empujó al crío al agua. Todo moradito lo sacaron. Y el perro, moviendo el rabo.
Si me hubiese escuchado aún estaría en casa de sus padres, a la sopa boba, sacudiéndose la última resaca y soñando con un descapotable. Pero mírale, hecho una piltrafa. Le he convencido para encerrarse en el baño y ha cogido del botiquín las pastillas de dormir. Una a una se las ha tragado todas y ahora, detrás del niño y la mariposa, estamos atravesando el túnel hacia la luz que parpadea al final.