domingo, 22 de marzo de 2020

La chacha


LA CHACHA

Para qué demonios se cogerá Rafaela los domingos libres, con lo que se aburre con el novio y encima, los lunes, a enfrentarse al doble de tarea. Además el sábado anterior habían representado un belén viviente en el colegio, Andresín había ido de angelito y estaba toda la moqueta llena de guata, pelusilla y plumas. Mientras pasaba el aspirador por el cuarto del niño, vio las alas del disfraz apoyadas en la pared. «Abultan el doble que el chiquillo», pensó mientras se ajustaba inconscientemente el arnés y se abrochaba las hebillas sobre el delantal.
Entonces se elevó unos centímetros del suelo y se sintió tan a gusto, tan liviana —ella que no andaba lejos de los ochenta kilos—, que se despojó de guantes y cofia, aleteó un rato por la habitación, recorrió volando el pasillo, bajó planeando las escaleras, volvió a subir dando volteretas sobre sí misma y se asomó a un balcón. Sacó hasta medio cuerpo fuera. Solo medio, porque casi se desmaya del vértigo que le entró y, muy pálida, dejó las alas en su sitio y siguió con el aspirador.