REFRANES
Ya lo dijo
el abuelo allá por Pascua: «A cada cerdo le llega su San Martín». Pues justo
ayer mamá echó a la cazuela al viejo Porky. Y aunque algo secorro, con los
nabos tiernos y el eneldo quedó bastante sabroso.
Cuando nos
juntamos todos en alguna comida familiar lo pasamos en grande. En estos tiempos
de vacas flacas, con todos en paro y subsistiendo con la mísera pensión del
abuelo, de lo único que andamos sobrados es de humor. Nos reímos mucho contando
anécdotas de la granja. Aquellas botas de piel que nos fabricó el tío Harvey
con el pellejo de Sultán. ¡Con la borrachera que tenía las hizo todas del pie
derecho, jajaja! «A caballo regalado no le mires el diente», respondía cuando
le enseñábamos las ampollas en los talones. O aquella vez que fuimos a
columpiarnos al sauce del jardín y nos encontramos al galgo balanceándose bajo
una rama, colgado de una soga. «Muerto el perro se acabó la rabia», sentenció
papá. Y nadie más en el pueblo volvió a infectarse.
Pero Fígaro,
¿qué demonios andas buscando? Deja de arañar la puerta. Te recuerdo lo que
suele decir mamá: «La curiosidad… mató al gato».