CITA
Donde el bebedero de patos
estaba Pedro, sentado en un banco. Supuse que sería él, porque los calvos
suelen llevar visera y cuesta diferenciarlos.
Tenía la frente perlada ―me encontré perlada en un poema, me
pareció un horror y pienso ahora que con Pedro encajaba― de
gotas de sudor y un tic en una rodilla. Pum
pum pum hacía con el pie todo el rato. Estaba muy nervioso, lo normal
cuando te dejan plantado.
Porque me había mentido en el
chat. De maduro interesante nada: un viejuno despeluchado. Decidí, pues, no
sacar del bolso el paraguas rosa que me identificaba.