LA
TELARAÑA
Ordenó sin pestañear el
chamizo y tranquilamente recogió sillas y platos que habían caído al suelo
durante el forcejeo. En una bolsa de plástico metió la sudadera rosa, las
zapatillas, los leggings y las
braguitas. Con la fregona limpió canturreando la sangre de las baldosas. Después
se restregó las uñas, se roció el pelo con colonia y mirándose al espejo sonrió.
Pero aquella sonrisa se
desvaneció cuando con la alfombra enrollada al hombro fue a abrir el maletero
del coche. Un líquido caliente empezó a bajarle por las piernas, empapándole el
pantalón, al ver una araña que tejía su tela en la cerradura.