domingo, 22 de marzo de 2020

Continuará


CONTINUARÁ…

Al ver a la princesa saltando desde el torreón más alto, el cocinero real dio orden a los criados de suspender los preparativos para el banquete. Tiraron al foso el agua que hervía en los peroles, dejaron de picar cebollas y las perdices fueron devueltas a sus pajareras. 
Entonces el populacho, decepcionado por quedarse sin boda, empezó con sus dimes y diretes, pero era tal el guirigay que armaban las aves que ni se les oía. Las desplumadas trinaban retorcidas de dolor, las escaldadas emitían sus últimos graznidos y solo las suertudas que habían salido ilesas piaban con alivio.