ANGLICISMOS
Qué cómodo es censurar desde
la poltrona, como si fuera tan fácil para un licenciado sin experiencia laboral
como yo encontrar trabajo. Ni de abogado ni de camarero. «¿Hablas
inglés?», te
pregunta un tipo que ni distingue una factura de un albarán ni ha visto nunca
un gin-tonic que no fuera de MG con
hielo. Y eso para recoger vasos en la terraza de un bistro. Bistro. Cágate
lorito. Porque ahora, si vas a montar un bar, o buscas un nombre en inglés o no
entra ni Blas. Da por perdida tu inversión si no pones un rótulo cool. ¿Pero estamos tontos o qué? ¿Es
que ningún ministro, o académico, o lo que sea, piensa abogar por nuestro idioma? Yo, de mientras,
hasta que encuentre un empleo que me vaya como anillo al dedo, me quedo en casa
de mis padres, oyendo refunfuñar al viejo. Qué le vamos a hacer.