VIVO
Despertó totalmente empapado, tiritando de frío. Preguntándose qué lugar era ese y cómo había llegado allí. Ni cuando sus ojos se adaptaron a la negrura que lo envolvía logró identificar aquel sitio. El techo, metálico y gris, era altísimo, como el de los graneros que edificaban en las plantaciones de arroz y mijo, aunque él nunca había estado en ninguno.
Despertó totalmente empapado, tiritando de frío. Preguntándose qué lugar era ese y cómo había llegado allí. Ni cuando sus ojos se adaptaron a la negrura que lo envolvía logró identificar aquel sitio. El techo, metálico y gris, era altísimo, como el de los graneros que edificaban en las plantaciones de arroz y mijo, aunque él nunca había estado en ninguno.
Al estirar los brazos se dio cuenta de que
estaba dentro de una caja. Como no respiraba ni se movía cuando lo encontraron
bajo el fango, lo habían metido allí, igual que a otros cientos de cuerpos que
en remolques o carros eran transportados a aquella morgue improvisada.
Trató de levantarse, pero no pudo: tenía rota
la cadera. Recordó entonces la riada de guijarros, ramas y lodo que lo había
arrastrado mientras apacentaba el rebaño.
Durante horas estuvo pidiendo auxilio, pero las
paredes desnudas le devolvían el eco de sus palabras. Gritó hasta el
agotamiento, después se quedó dormido. Soñó con los ladridos del perro,
brincando alegremente alrededor de las cabras, pero tan fuerte ladraba que no
oyó cómo ponían encima una tapa y los martillazos que daban para clavarla.