miércoles, 27 de noviembre de 2013

Superdotada

SUPERDOTADA

La cucharada de puré que sostiene Julián queda suspendida en el aire unos segundos que parecen no acabar nunca.
—Papi, te dispersas. ¿Y esta por quién? —inquiere la niña sujetándole la mano.
Le sale una voz autoritaria a Diana, cualquiera diría que solo tiene tres añitos.
—Pues esta… esta… por la tía Luisi, la de…
—¿…Cuenca? No, papá, ¡ya la dijiste antes!
—Entonces por el abuelito Dimas,  que está en el…
—…cielo. No, tampoco vale, te repites, papi. Va a tener razón mami cuando dice que no tienes cabe…
Salió su madre, claro. Como todos los viernes, de comida con sus amiguitas. Pero ya son casi las nueve.
—¿Y… por el primo  Andresín?
—¡Nooo! No le soporto, siempre está metiéndose el dedo en la nariz, es asqueroso.
Julián quita el babero a la niña y le limpia la boca.
—Bueno, nena, ya has comido suficiente. ¿Quieres ver los dibujos?
—¿Y el postre? ¡Quiero un…!
—Yogures no quedan. Toma, un quesito.



Residuos urbanos

RESIDUOS URBANOS

Mientras su  padre cerraba la tapa del contenedor de basura orgánica, vio una mano que colgaba inerte de un agujero de la bolsa. Habían desvestido el cadáver para llevar sus ropas a Cáritas, pero con la oscuridad y las prisas se les había pasado quitarle el reloj.
«¡Vaya, qué putada!», se lamentó el padre al desatarlo de la muñeca. Entre ambos cubrieron el bulto con restos de inmundicias y se quedaron embobados mirando la baratija.
—Pues nada, hijo —resolvió tras un rato de dudas—, tendremos que retroceder aun a riesgo de que nos pillen. El de envases y plásticos está justo en la otra punta del parque.


viernes, 15 de noviembre de 2013

Romance breve

ROMANCE BREVE

La moto se detiene frente a un edificio del casco viejo, en un barrio de casas rehabilitadas. Dos hileras de arbolitos adornan las aceras empedradas y docenas de buganvillas de todos los colores cuelgan de los balcones. El motor da sus últimos rugidos y Mateo me ofrece la mano para apearme, qué galán. Se acerca a una entrada de garaje y empuja la moto al interior. Yo le sigo, cierro la puerta tras de mí y miro alrededor. Boquiabierta me quedo con lo que veo. 

El tío este vive en un garaje, loft o algo así lo ha llamado, no sé qué querrá decir. No hay ni un solo tabique para separar los espacios, solo para el inodoro. Hasta la cabina de la ducha se puede ver desde cualquier ángulo, qué falta de intimidad. Las paredes son de ladrillo rojo, como las de las fábricas antiguas, con lo decorativo que queda el papel pintado. Y muebles pocos, muy pocos, se le agotaría el presupuesto entre la motaza y la mesa de billar que tiene plantada ahí en medio, vaya ocurrencia. Y, por supuesto, la moto aparcada dentro, no me parece serio. Unos ventanales separan un patio interior lleno de plantas, el trabajo que tiene que dar limpiar tanto cristal y la de bichos que habrá ahí. Y el colmo ya, la cocina. Todos los electrodomésticos escondidos dentro de armarios, que vas a buscar algo y no veas la de puertas que tienes que abrir hasta encontrarlo. Lo mismo ocurre con la tele, el vídeo y el equipo de música. Y la cantidad de botones y mandos a distancia por todas partes, ufff, qué fatiga.

Mateo me pregunta si tengo hambre y que si quiero me prepara un brunch, pero un inoportuno dolor de cabeza me hace improvisar una excusa y me escabullo del cuchitril a toda prisa.

La gran estafa

LA GRAN ESTAFA



Y nunca le recordaba lo que no se debía contar a los clientes cuando estampaban su firma en el papel. La sombra del despido le acechaba desafiante detrás de la letra pequeña.

sábado, 2 de noviembre de 2013

Barco a la vista

BARCO A LA VISTA

Un buque norteamericano hizo sonar la sirena al mismo tiempo que sus caderas se acoplaban furiosas a ritmo de merengue y sus gritos acallaban el embiste de las olas sobre las rocas del acantilado en el momento del clímax. Mientras, un sol sangrante se hundía dolorido en la línea del horizonte.
A Usnavy, fruto de aquella puesta de sol, que le inmortalizaran con ese nombre nunca le hizo mucha gracia, y menos cuando tenía que soportar las carcajadas de los funcionarios cada vez que iba a renovar su tarjeta de identidad.





Recortes de plantilla

RECORTES DE PLANTILLA

—Demasiados asientos vacíos para un vuelo low-cost —murmura Charito mientras araña con la uña un boleto de «Rasca y gana» que ha encontrado en el suelo.
Me giro sobre mi asiento y estiro el pescuezo. Desde la primera fila constato que todas las plazas están ocupadas, menos la de un señor con barriga cervecera que se ha atascado en el pasillo. Le comento que el avión va hasta arriba.
—Pa´eces bobo, Julián, de verdad —me sujeta la barbilla con sus dedos pulgar e índice y me señala hacia la cabina. Las cortinas floreadas que la separan del resto de la nave se han descolgado por la derecha y compruebo sorprendido que en el sitio del piloto y el copiloto no hay nadie.
—Querrás decir «demasiado vacíos los asientos», querida, no es lo mismo; hay que hablar con propiedad.
—Aaay, qué cansino eres, hijo. Anda, saca los billetes que lleva el revisor media hora esperando.


Coreografía

COREOGRAFÍA

Faltan solo unos minutos para que comience el ensayo general. Mañana en el estreno no puede haber errores ni dudas, todo tiene que brillar. Águeda, con el cabello recogido en un moño, se esmera deslizándose como un cisne con sus zapatillas blancas sobre el suelo perfumado. Con la mirada, pues no se atreve ni a rozarlo, acaricia el vestidito que lucirá la primera bailarina, qué preciosidad. Sus manos enguantadas giran en círculos sobre al espejo y cuando todo el escenario reluce, se dobla por la cintura haciendo una reverencia a un público inexistente que la aclama en una gran ovación.
Plas, plas, plas. Tres palmadas de su compañera apoyada en el quicio de la puerta la devuelven a la realidad.
—Águeda, guapina, espabila con la mopa que todavía nos queda el vestuario y la sala de pilates.




Inquilinos

INQUILINOS


A la bestia que habita en mí le encanta ensayar su sonrisa de golfo antes de salir de caza por las noches. Siempre consigue sus trofeos, aunque a veces por las malas. Hoy regresó a las tantas con una mirada salvaje; por la mañana se levantó el otro y tras arreglarse y frotar unas manchas de sangre del billetero, asistió a sus clases en la facultad; y a la hora de comer hemos tenido bronca, como siempre. Ellos me conminan a que elija, pero yo me he encariñado con ambos, así que seguiremos juntos hasta que el cuerpo aguante.

Noche de San Juan

NOCHE DE SAN JUAN

De esa es de la que tú no quieres hablar.
Porque te despertó de tu imberbe letargo con sus labios de calimocho al ritmo que la hoguera devoraba tus cuadernos de apuntes en la playa. Porque en su garganta creíste derramar toda la sal y el agua del océano, sintiéndote cada vez más lleno. Porque con sus lametazos te hizo esponjarte cerca del momento de la pleamar para luego, al despuntar el sol, abandonarte a tu suerte  en la orilla mientras salpicaba con su espuma la boca de los otros náufragos.