lunes, 23 de diciembre de 2013

¡¡¡FELICES FIESTAS A TODOS!!!



Cuando despierte el dinosaurio el día 1 de enero espero seguir con todos vosotros por aquí.
Gracias por vuestra simpatía y apoyo. Cuidaros mucho y nos seguimos leyendo.
Besos y abrazos a repartir.
Susana.

domingo, 8 de diciembre de 2013

El profesional

EL PROFESIONAL


Le repugnaba que se le pegaran la camisa y los pantalones a la piel y cada vez toleraba menos las elevadas temperaturas de aquel continente. Aunque todavía le parecía más molesto el zumbido de las moscas que revoloteaban a su alrededor. Lo único que le animaba a seguir inmóvil en su puesto era terminar pronto y darse una ducha de agua fría en el hotel, «lo que tiene que aguantar uno para ganarse la vida», pensaba mientras enfocaba a su objetivo.

Se arrodilló sobre el suelo polvoriento, calculó bien la distancia, buscó el ángulo idóneo y disparó varias veces seguidas mientras aquel desgraciado medio desnudo le observaba silencioso. Tomó docenas de instantáneas del momento en que dos buitres empezaban a picotearle las entrañas. Después guardó en la mochila su cámara, metió el trípode en el maletero del jeep y evitando mirar por el retrovisor puso en marcha el vehículo y se alejó de allí rápidamente.













jueves, 5 de diciembre de 2013

Juntos y revueltos

Los autores de este micro fuimos Esperanza Temprano, Beto Monte Ros y yo. El azar quiso unirnos para componer un texto a tres manos, primera experiencia mía en estas lides. Ha sido toda una satisfacción participar con estas dos grandes personas en esta propuesta de estanochetecuento.blogspot.com. Gracias, chicos.


JUNTOS Y REVUELTOS

Lo peor cada mañana no es oír los aullidos del despertador recordándome de lunes a sábado que soy un puto becario sin sueldo. Ni ver al viejo partir en dos las galletas para que duren toda la semana. Ni siquiera el bochorno que siento cuando guardo en el bolsillo las monedas que deja mi madre debajo del llavero en el vestíbulo, con una nota para que no olvide sellar la bonoloto y que yo, seguro de que nunca logrará un premio, me gasto en cigarrillos.

No. Lo deprimente es levantarse temprano los domingos y lidiar con la abuela. Desde que nos mudamos a vivir con ella, me hace rezar el rosario y me recrimina desde el trono de su mecedora: «¡No pongas los pies en el sofá!». «¡Baja el volumen del televisor!». Como  no tienen dónde ir, mis padres se han resignado y la ignoran, pero me obligan a podar los setos del jardín para contentar a la vieja. Yo, aunque preferiría no hacerlo, obedezco y arreglo los rosales y los nardos, mientras noto en mi pantalón el sobre con cianuro que no me decido a echar en su sopa y que me convertiría en dueño y señor de la casa.




lunes, 2 de diciembre de 2013

Hermana mayor

HERMANA MAYOR

A Catalina le olían las manos a lejía y el aliento a ajo. Solía venir por navidades a ayudar en la cocina y mientras la veíamos trajinar, nos aseguraba que el barco de su marido estaba ya cerca y que muy pronto recibiríamos nuestras ansiadas bicicletas. La mía sería roja, con una cestita delante.
Pero en mi casa las paredes hablaban. Con la oreja pegada al tabique del comedor, descubrí aquel año que el esposo de Catalina no era capitán, sino un gandul que se había esfumado cuando nació su hija, se asustaría al ver un bebé con bigote. Y que los Reyes eran los padres, bueno, mi madre, que a mi padre no le gustaba ir de tiendas. Enseguida informé a mis hermanos pequeños para que revisaran los juguetes de sus cartas y se fueran olvidando de las bicis.
Aprovechando su estupor les convencí de que a Catalina, la pobre, nadie le regalaría nada, así que rompimos nuestras huchas para comprarle un frasquito de perfume. Me las apañé para rellenar con agua de lavanda uno que encontré por ahí y lo envolví en papel de regalo.
Con el dinero del botín conseguí los patines que llevaba dos años pidiendo

Pesadilla

PESADILLA


Se durmió soñando que él también podía volar. Pero en la duermevela divisó a un tipo con una cara muy familiar, que en un portal muy parecido al suyo y con un llavero con la insignia de su equipo de fútbol en la mano, abría un buzón con su nombre, lleno de facturas y recibos. Despertó empapado en sudor.

Entrevista

ENTREVISTA

Rezó, aun no siendo creyente, para que ni su semblante de moribundo reflejado en el espejo del ascensor, ni el suelo movedizo que pisaba cuando avanzaba hacia la puerta donde se leía «Selección de personal», ni los ojos naranjas del reptil que le escrutaban desde su elevada butaca de cuero, le hicieran tambalearse ante sus preguntas:

¿Nombre, edad, estudios?

Febril

FEBRIL

Desde este camastro maloliente presiento que es cosa de minutos que exhale mi último aliento. Cada inspiración me achicharra los pulmones y cuando expulso el aire, un burbujeo que sube desde lo más profundo de mis entrañas me deja tosiendo hasta casi perder el sentido. Está claro: ha llegado el momento de mi partida.
Entre la niebla que me envuelve, me parece oír unas voces familiares. «¿Es que no se va a morir el puto viejo de una vez?». Mis sobrinos, dos cuervos con traje y corbata, se ríen por lo bajinis, frotándose las manos cada vez que escuchan un estertor y mirando asqueados a la piltrafa en que se ha convertido su tío millonario. ¡Sinvergüenzas! Se creen que no les veo, qué equivocados están. La única que alivia un poco mi agonía es Adela, mi fiel servidora, que me enjuga la frente con paños fríos y humedece a cada rato mis labios agrietados.
Antes de hundirme en este colchón de babas y sudor, me sobresalta la presión de unos dedos huesudos en el brazo. «Ahora querrán que les firme el testamento, los muy buitres», pienso aterrado.
—La infección comienza a remitir, pero aún tiene mucha fiebre y sigue delirando, no sé qué dice de una herencia y unos sobrinos —informa el doctor a mi esposa y mis dos hijos tras auscultarme el pecho y tomarme la tensión—. Intenten que ingiera líquidos, ventilen la habitación a mediodía y cambien las sábanas las veces que sea necesario. En un par de días estará como nuevo.

Anda, pues igual todavía sigo vivo. Estoy agotado. Solo quiero quedarme dormido y que esta vez las pesadillas no regresen para invadir mi sueño.