lunes, 1 de junio de 2015

La estocada

LA ESTOCADA


Por fin parpadeas, Sabeliña. ¿Esto es una lágrima? No, no llores, tontina, pero sobre todo no trates de hablar: con tanto tubo que te metieron por la boca y la nariz podrías lastimarte. Y deja de dar manotazos al aire, ¿qué andas buscando, el timbre de la enfermera? Lo enrollé en el gotero; hasta dentro de una hora no pasará el doctor. ¿Sabes que estás muy guapa con la cabeza vendada? Solo recordarte hace un mes, tendida en la cocina con los sesos desparramados por el suelo… ¡Qué sustos me das, malvada! Con lo dura de mollera que eres, me pasmó la facilidad con que reventó el cráneo al estrellarse contra las baldosas. Nunca quisiste entender que una mujer decente no puede ir por ahí insinuándose; claro, así luego el panadero te metía un bollito de regalo en la bolsa cada vez que ibas a comprar el pan, ¿o te crees que no me daba cuenta? Es eso, piensas que soy tonto, ¿verdad? Pues entérate: en el cuartelillo los guardias se tragaron mi patraña del ladrón. ¿Qué intentas ahora, infeliz? ¿Gritar? Mira, ayer estuve afilando el cuchillo jamonero; corta bien, ¿eh? Mala pécora, ya tuviste que estropearlo todo otra vez.

Magia express

MAGIA EXPRESS


—La inquisición no tardará en llegar ¡y este mejunje no rompe a hervir…! ¡Ayayay! —se impacientaba Agnes la coja—. ¿Estará lista la pócima antes de que se nos echen encima?
—Anda, calla un poco y haz algo. —Su prima Mirtha arrastraba un dedo pringoso sobre un pergamino con la receta que les salvaría de la hoguera—. ¿Has añadido el huevo de cuco?
—Sí, lo batí con la cabeza de murciélago y las ortigas, como dijiste.
—Bueno, esto ya hace chof chof; a ver qué pone aquí: «Aplicar sobre el rostro hasta formar una costra y en cinco minutos desaparecerán las verrugas sin dejar cicatriz».


Auras

AURAS

—…Y las azules, las del abuelo, revelan unos pulmones fríos. Porque aquel del puro chamuscándole los bigotes es tu abuelo, ¿no? dijo Theresse, apuntando con un dedo al porche mientras fumábamos unos canutos en el jardín—. Cáncer, sin duda.
respondí mosqueada. Los médicos le han dado dos meses de vida.
—El verde-grisáceo sobre tu cabeza —prosiguió refiriéndose a mí— indica un conflicto sin resolver. ¿Te pasa algo, reina?
—Tía Marta —interrumpió mi sobrino de catorce años, que se arrimaba a nosotros en cuanto le olía a hierba—: el rojo entre las piernas de Theresse y tu novio cuando se miran, ¿qué es?