sábado, 31 de enero de 2015

Verde pasión

VERDE PASIÓN

Con Anabel todo es distinto. Le cambié el nombre en cuanto me encariñé con ella: Pamela me sonaba más a puta. Cuando la vi el miércoles en aquella tienda, supe que tenía que ser mía; bueno, también por no aguantar a mi madre, qué pesada. «Hijo, ¿cuándo te vas a echar novia? Que tienes cincuenta y siete años y estás como amargao, ay». Así que me la traje a casa.

Al principio, a mis padres les costó aceptarla, y me molestaba mucho pillar a mi hermano babeando cada vez que la miraba. Por eso ahora, cada mañana, la desinflo y la guardo en su caja.

Una brisa en el alma

UNA BRISA EN EL ALMA

Isabella seguía en pie al borde del acantilado contemplando a su derecha la playa, la espuma de las olas en la orilla, un castillo de arena a medio terminar. Durante unos instantes cerró los ojos y aspiró el salitre, dejándose embargar por una deliciosa sensación de paz.

Entonces se sentó sobre una roca. A esperar. Unas horas más tarde la marea comenzó a retirarse abandonando sobre el arenal caracolas rotas, algas, un zapato sin cordones y una muñeca matrioska; de la colección de Marcel, su difunto, que tanto aborrecía a los niños y el mar. Con sus cenizas dentro.

Un poco de sal

UN POCO DE SAL

—No creo que pueda pedirse mucho más para ser un lunes por la tarde, ¿eh, zorra? —Ramón se sube la bragueta antes de colocarse la alianza en el dedo anular—. Lo has pasado bien, ¿a que sí? —dice mientras le soba los pezones chorreantes de cera derretida—. Ah, enseguida llegará Carlitos del cole, así que ya puedes ir limpiando el desorden. Y a la próxima te pones el tanga ese que tanto me excita, ya sabes, el de camuflaje. ¡Te vas a enterar!
Maricarmen se hace una coleta, recoge el condón de su marido, prepara la merienda del chiquillo y se pregunta por qué coño se ha dejado arrastrar a este estúpido juego.


La tierra prometida

LA TIERRA PROMETIDA


Nos despedimos de Hassam deseándole mucha suerte y arrancamos unos clavos mohosos de un tonel que había en la bodega para clavarlos en el borde de la caja. Entre Yusef y yo llevamos el cadáver del soldado a cubierta, lo lanzamos al océano y corrimos a escondernos en los bajos de un camión.

Tanatopraxis

TANATOPRAXIS

Inmediatamente pedí que cerraran la tapa del ataúd y, horrorizado, puse en el regazo de mi suegro la fotografía de sus Bodas de oro, la que siempre llevaba a todas partes y con la que había pedido ser enterrado. Pero justo en ese momento vi a mi sobrino pequeño encaramado a un lateral del féretro.

—¡Tío Guillermo! chilló el pequeño tirando de la peluca color gris—. ¿Qué hace el abuelito Cruz disfrazado de señora?

lunes, 5 de enero de 2015

Escurridiza

ESCURRIDIZA


Me desesperaba que apareciera por casa cuando le daba a ella la gana, sin avisar; así, claro, siempre me cogía desprevenido. Hace apenas unos días descorrió la cortina de la ducha mientras me estaba jabonando, pero al intentar retenerla me sacó burlona la lengua y se escapó; en otra ocasión me pilló friendo unas croquetas y cuando fui a ver qué quería, casi se quedan pegadas a la sartén; anteayer se plantó a mi lado en la ventana mientras tendía la colada y por su culpa se me cayó al patio un calcetín. Muchas noches incluso me he quedado dormido en esta silla frente a la pantalla encendida del ordenador, esperándola. Qué duros estos destierros.
Pero hoy por la tarde me pareció oír un ruido en el pasillo: era ella, que se acercaba de puntillas a mi habitación. Entonces aguardé paciente a que entrara, aporreé con saña el teclado y por fin pude atraparla.
El caso es que ahora, que son ya las cuatro de la madrugada y llevo escritas varias páginas de mi novela, no me atrevo ni a levantarme para ir al baño. No sea que se escabulla otra vez.




Tradición oral

TRADICIÓN ORAL

Mariasun sirve otro cacillo de puré a su nieto. Está encantada de lo bien que come el niño cuando se queda con ellos alguna noche de sábado. Aunque sabe que no todo el mérito es suyo.
Esta por la brava Rosa, la mamá deee… continúa el abuelo Jesús, acercándole despacito una cucharada a la boca.
¡…del tío Vidal, el del río! chilla entusiasmado el pequeño.
Eso es. Y esta otra por Simona y Balbina, ¿te acuerdas, Pablito?
¡Síii! ¡Las carboneras!
Jesús rebaña bien el plato.
Y esta por los tatarabuelos Dionisio y Victoriano. Hala, se acabó. Le limpia con el babero y le besa en los mofletes. Y ahora a la camita, a dormir.
Abuelitooo… ¿Me contarás otro cuento esta noche?


(Dedicado a Jesús Alfonso Redondo Lavín)