miércoles, 24 de abril de 2013

El becario


EL BECARIO

Chang Hoo Ling pulsa el botón del ascensor y se retira una legaña del ojo frente al espejo de la cabina. Los lunes por la mañana nunca oye el despertador y ya es la tercera vez este mes que llega tarde al trabajo. Se baja en el piso 57 de la torre Bangkok donde hace sus prácticas como becario en la cadena de televisión local “Ecos del mundo”. Entra sigiloso como una serpiente en su habitáculo de seis metros cuadrados, cierra la puerta tras de sí y respira aliviado. Parece que no le ha visto el jefe, menos mal. Abre la ventana para airear el cuartucho y se deja caer en la silla, aflojándose la corbata para recuperar el resuello.
Como todos los días, se encuentra sobre la mesa las carpetas con las noticias del primer avance informativo. Su tarea consiste en completar la escueta nota periodística, revisar la redacción y estilo y añadir una imagen al texto. Está empleado en la sección “Crónica social y cultural europea”. Cuando se licenció en la universidad su sueño era conseguir un contrato en algo relacionado con el mundo del deporte, pero con su mediocre  expediente académico  y su falta de experiencia solo consiguió un contrato en prácticas de tres meses. Para empezar no está mal, Chang, le había dicho su padre. Lo primero es conseguir un empleo, adquirir conocimientos y ya llegará el momento de demostrar tu valía.
Antes de ponerse a la tarea, se acerca a la máquina de café del pasillo a por un expreso bien cargado y al regresar se encuentra todos los expedientes esparcidos por el suelo. La corriente se ha llevado por los aires fotos y documentos y ahora está todo desordenado sobre la moqueta. Bastante molesto, se agacha a recoger fotos y papeles y cuando termina con la limpieza, se pone a darle al teclado con la primera de las noticias.
“Muere Margaret Thatcher”. Bien, ¿y esta quién era? Ah, sí, la ministra británica aquella que mandaba tanto, se dice después de consultar en google. Revisa rápidamente la reseña, copia y pega un párrafo de la Wikipedia y escanea una foto de Meryl Streep que había volado desde una estantería y vino a aterrizar justo encima de esta carpeta. Aquí se la ve más jovencita, más saludable. Es mejor ser recordado así por el público, concluye.
“Premio Nadal 2013 entregado a…”. Qué raro, piensa, una noticia de deportes. Hombre, no deja de ser un premio, y por tanto, puede tener cabida en la crónica cultural, por qué no. Ahora bien, a estos deportistas occidentales  los veo un poco maduritos para andar ganando premios todavía. O igual es un homenaje. No importa, Rafa Nadal me encanta, es uno de mis favoritos. Y a continuación copia el texto, corrige las faltas, busca una foto del tenista y deja preparada la noticia para el boletín de las 12 horas. Se le está dando bien la mañana, ya solo falta el último artículo y podrá salir a tomar el almuerzo y respirar un poco de aire fresco, que buena falta le hace
“Vandalismo contra uno de los símbolos más representativos y universales del arte. Un enajenado lanza un bote de pintura sobre la escultura del genio del Renacimiento”. Esto creo que está en Italia, me suena de la asignatura de historia en el instituto. Y redacta el título de su último informe: “El Miguel ángel de David sufre el ataque de un desaprensivo. La restauración comenzará…”

sábado, 20 de abril de 2013

Haikus de vino


HAIKUS DE VINO


 Embriaguez

Vidrio rosado
saboreo una ilusión
besos soñados

Tierra de caldos

Viñedos en flor
maderas nobles, tiernas
labios frutales




Resaca


RESACA


El primer destello de sol se batía inexpugnable contra la amodorrada niebla nocturna cuando bajó los desgastados peldaños de la escalera y se adentró en el temible domingo, tropezando contra el aparador de la entrada y las paredes del pasillo.

Nunca antes había sentido tanta sed, o al menos no lo recordaba. La cabeza le giraba como una noria, la luz abrasaba sus ojos, sentía el estómago arrugado y tenía por lengua un estropajo. Aquello era un descenso en toda regla a los infiernos, que inevitablemente emprendía de cuando en cuando. De sábado en sábado, para ser más exactos. Lo que sí recordaba (ahora), es que tendría que cumplir con esta dura penitencia; por lo menos, hasta después de comer algo. De momento, lo que necesitaba era dar un trago de agua.
Comenzó su escalada el sábado al mediodía, al salir de la oficina. Era el cumpleaños de Rafa, el de informática, que se empeñó en convidarle a «un vinito». Ahí iniciaron, mano a mano, el ascenso a la cumbre: que si unos aperitivos y unos vermús por aquí, que si unas cañas y unas tapas por allá… Así hasta las nueve de la tarde, momento álgido del día, cuando uno de los dos, qué importa quién, propuso tomar unas raciones en una bodeguita de moda. Ninguno consideró oportuna la retirada ni vio el peligro, así que allí se fueron a picar algo de queso y a trasegarse unos litros de vino.
Unas horas más tarde, ya convertidos en incondicionales amigos de toda la vida, los dos compañeros brindaban cada trago… ¡Pero qué bien se lo estaban pasando! Después de ventilarse unos chupitos para hacer la digestión y con el ánimo por las nubes, se acercaron a la zona de ambiente a tomar una copichuela «tranquila» en una terracita. Que al final se convirtió en varios cubatas y unos bailes con la camisa desabrochada y la corbata anudada en la frente.
Cuando salieron del pub comenzaba a clarear el cielo. Aquí sería, más o menos, donde nos encontrábamos al principio de esta crónica etílica.
Al despertarse en su habitación, con los pies sobre la almohada y los números rojos del reloj de la mesilla marcando las 13:24, lo último que recordaba de la noche anterior era la luz verde del taxi que le llevó a casa y los escalones torcidos y resbaladizos que le separaban de su cama.
Y lo primero que se le ocurrió fue que, si se espabilaba un poco, lo justo para darse una ducha, todavía estaría a tiempo de acercarse a la tasca del barrio para hacer la ronda de blancos.

miércoles, 17 de abril de 2013

En vela


EN VELA

… ¡Calla y arregla de una vez la cisterna del váter, que gotea!... ¡Calla y arregla de una vez la ciste… AAAGGGHHH…!
Elliot se sacude las plumas pegadas a sus manos y regresa a la habitación de invitados. Echa una última ojeada a los números rojos del reloj de la mesilla: son las 02:47. Se cubre con la manta hasta las orejas y emite un sonoro bostezo. «Que no se me olvide mañana, después de la batida, —se dice mientras cae en el abismo del sueño— acercarme al pueblo y comprar a tía Dorothy unos peces de colores».


Veneno en la piel


VENENO EN LA PIEL

Margaritas, orquídeas, claveles… Cada domingo de los últimos tres meses, le llevo la bandeja con el desayuno a la cama y pongo unas flores sobre la almohada.  Desde que descubrió mi desliz con la camarera de la terraza, se acabaron los aperitivos. Me amenazó con echarme de casa, pero ¿dónde iba a ir yo, de qué iba a vivir? ¡Si nunca he tenido un empleo! Entre sollozos y promesas, poco a poco  la fui convenciendo de mi arrepentimiento. Y creo que ya casi lo he conseguido.
Ayer por su cumpleaños le preparé una sorpresa muy especial. La llevé a un salón de masajes y durante dos horas estuvo recibiendo todo tipo de cuidados. Que si el cuello, la espalda, los glúteos… Para dejar los pies como nuevos, han ideado una curiosa técnica que consiste en meterlos a remojo en un acuario lleno de pececillos que van mordisqueando las durezas. Cuando lo leí por primera vez en una revista, comencé a urdir un plan. La engañé para alargar la sesión y estuvo allí sentada hasta que algunos bocados le provocaron pequeñas heriditas en los dedos. Después, sustituí la pomada suavizante por un potente veneno para plagas, me puse unos guantes y la masajeé, solícito, hasta que el pringue quedó bien absorbido.
Y parece que el producto ha hecho su efecto. No ha pegado ojo en toda la noche debido a los calambres y picores. Por la mañana no ha podido ni levantarse, se queja de tener los pies dormidos y las piernas entumecidas. Le he administrado un somnífero y la he cogido de la mano hasta que se ha quedado profundamente dormida. Si todo va como tengo previsto, pronto me convertiré en un viudo millonario. Mañana pasaré a última hora por la floristería para encargar una corona de crisantemos y convidar a un café a la guapísima dependienta.

sábado, 13 de abril de 2013

Deseos


DESEOS

—Y tú para de leerme la mente, maleducado. Y ahora no  le vayas  con el cuento del Ratoncito Pérez a mamá, que vas a estropear la sorpresa…  —le regaña Clara mientras apaga de un soplido las ocho velas.
—¿Y por qué no pides un deseo para ti? —le pregunta al escucho el niño masticando un trozo de tarta.
—Pareces tonto, Nico. ¿No ves lo triste que está  desde que se le cayeron los dientes?


jueves, 4 de abril de 2013

Aficionados


AFICIONADOS

—Que se arrime un poco más al borde de la cama, que haga muecas ridículas frente al espejo o prefiera la postura del misionero, ya me da lo mismo —comenta resignado el director del rodaje al operador de cámara—. Esto me pasa por aceptar películas de bajo presupuesto. Pero, por favor, no le grabes de rodillas para abajo. He intentado convencerle de que se quitara esos calcetines blancos con rayas azules y rojas, pero dice que se desconcentra si se le quedan los pies fríos.

Los viajes de Juanjo


LOS VIAJES DE JUANJO

Mientras juega con un cangrejo en la orilla, Juanjo saluda a los delfines que brincan sobre las olas del mar. Ha estado nadando con ellos toda la mañana y parece que se le ha abierto el apetito. Con una roca golpea un coco y se tumba a la sombra de una palmera para saborearlo sin prisa. Después irá a buscar palos y palmas y seguirá con la construcción de su balsa, no quiere que sus padres estén tristes pensando que le ha pasado algo malo. Juanjo es estos días un Robinson Crusoe de once años y lo único que le fastidia es que todavía no le haya crecido la barba.
La semana pasada, estuvo navegando por el Mississippi con sus amigos, los piratas Tom y Huck. Y aunque prefiere la playa porque allí no hay escuela, a veces los echa mucho de menos.
Pronto emprenderá un nuevo viaje, pues en el escaparate de la librería de su barrio ha visto en una portada la foto de tres niños aprendices de mago y le ha seducido bastante la idea. Además, sabe que siempre que lo desee podrá regresar a su isla desierta.

La armadura


LA ARMADURA


El combatiente atraviesa victorioso el umbral de su fortaleza y contempla con admiración en el espejo el porte del vencedor. Durante varios minutos se recrea ufano con la imagen. ¡Cuántas conquistas logradas con esa vestidura! El sabor del éxito le despierta el apetito y su cerebro se anticipa al olor de los huevos con chorizo que esta noche se va a zampar.
Al quitarse el yelmo aparta la vista de su rostro, no reconoce esa mirada de cobarde. Se desprende de la coraza y frunce el entrecejo al descubrir su barriga peluda. Tampoco se identifica con ese cuerpo fofo, y rompe de un puñetazo el espejo. Se está poniendo de muy mal humor… y ese pestazo... Pero no tiene ningún sentido seguir fingiendo, aquí en casa no necesita el disfraz.
Entra en la cocina y se le envenena el ánimo del todo al ver a la foca friendo unos salmonetes. Nunca imaginó que el matrimonio pudiera deteriorar así a una mujer. Y además, hoy no le apetece cenar pescado. ¿Tanto cuesta complacerle? Enfurecido por la afrenta, se da media vuelta y regresa al vestíbulo para desenvainar su espada.
Otra vez provocándole, la muy zorra. Pues ella se lo ha buscado.

Se las llevó el viento


SE LAS LLEVÓ EL VIENTO

A su paso por cada ciudad amurallada o aldea perdida en el bosque, el desconocido ocupaba una esquina en la plaza y empezaba a contar las más hermosas historias jamás oídas. Atraída por sus palabras, la gente iba acercándose a él y, guardando un reverente silencio, le escuchaban durante horas, recreándose con cada nueva expresión con gran entusiasmo Al ciego se le iluminaba la cara, el loco se sumergía en un pozo de calma y el poeta sufría delirios al intuir el tesoro que poseía el extraño. Entre los más ancianos alguno afirmaba haberle visto antes en otro lugar, pero en seguida lo olvidaba, dejándose acunar por la melodía de sus cuentos.
Arrastraba una carreta que contenía un viejo baúl. Permitía a los niños asomarse a su interior y sonreía enigmático cuando, admirados, comentaban que no veían el fondo. Atendía a unos y otros con interés, abría cajitas y siguiendo sus deseos les obsequiaba con voces cargadas de música, de sentimientos… Las guardaba clasificadas por su significado, por su belleza, y siempre hallaba las más precisas para cada uno. Pasado un tiempo, desaparecía en la noche y proseguía su camino.
Un día supo que había llegado al final de su viaje: ni uno solo de los reinos sobre la tierra había quedado sin visitar. La semilla había sido esparcida. Se retiró a lo alto de una colina, destapó el baúl e imploró al firmamento. De pronto se levantó un vendaval que se llevó consigo todas las palabras y frases que atesoraba.
El cuerpo del desconocido nunca apareció y el baúl vacío fue encontrado por el poeta que, ávido de nuevas palabras, le había acompañado en el último tramo de su recorrido. Desde ese día, se dice que cuando la musa se escapa a jugar con sus amigas, los escritores elevan anhelantes la mirada al cielo.

El sol


EL SOL

La risa un poco ronca y una barba que siempre pinchaba cuando me dabas un beso. Tu mano retorcida se sujetaba fuerte a mi brazo  para no perder el equilibrio al mismo tiempo que me ofrecías con la otra unos caramelos, siempre de naranja o limón. Antes de salir, te pasabas varias veces el peine por los cuatro pelos rociados con tu colonia favorita y metías unas monedas en el bolsillo de tu chaqueta para los mendigos apostados en las esquinas de nuestro recorrido habitual. No olvidabas torcer un poco el gesto ante el espejo de la entrada, ensayando una sonrisa, la más hermosa que guardo en mi memoria.
Abuelito, no habrá más salidas para ti, pero no olvidaré nunca la alegría con la que saludabas cada nuevo día.


En memoria de mi abuelo Jesús.

Dos haikus enfrentados


DOS HAIKUS ENFRENTADOS

LIBERACIÓN

Altos cipreses
Olor a crisantemos
Soy libre, cabrón
…………………………..

PÁNICO

Velas ardiendo
Terciopelo ineficaz
Caja cerrada