LA
TIERRA PROMETIDA
Nos despedimos de Hassam
deseándole mucha suerte y arrancamos unos clavos mohosos de un tonel que había
en la bodega para clavarlos en el borde de la caja. Entre Yusef y yo llevamos
el cadáver del soldado a cubierta, lo lanzamos al océano y corrimos a
escondernos en los bajos de un camión.