sábado, 31 de enero de 2015

Una brisa en el alma

UNA BRISA EN EL ALMA

Isabella seguía en pie al borde del acantilado contemplando a su derecha la playa, la espuma de las olas en la orilla, un castillo de arena a medio terminar. Durante unos instantes cerró los ojos y aspiró el salitre, dejándose embargar por una deliciosa sensación de paz.

Entonces se sentó sobre una roca. A esperar. Unas horas más tarde la marea comenzó a retirarse abandonando sobre el arenal caracolas rotas, algas, un zapato sin cordones y una muñeca matrioska; de la colección de Marcel, su difunto, que tanto aborrecía a los niños y el mar. Con sus cenizas dentro.