DESAPARECIDO
Ninguno de los niños que había en el arcón era Tomás. Pobrecillos, daba mucha pena verlos ahí, todo tiesos entre pizzas, pechugas de pollo, empanadillas y barras de helado. Cuántas veces se les había dicho que a la cocina no entraran, que mejor jugasen al escondite en los dormitorios o se entretuviesen con los cachivaches del desván, que luego pasa lo que pasa.
Ninguno de los niños que había en el arcón era Tomás. Pobrecillos, daba mucha pena verlos ahí, todo tiesos entre pizzas, pechugas de pollo, empanadillas y barras de helado. Cuántas veces se les había dicho que a la cocina no entraran, que mejor jugasen al escondite en los dormitorios o se entretuviesen con los cachivaches del desván, que luego pasa lo que pasa.
Íbamos
a salir al jardín, por si estaba correteando donde la colada, cuando nos
pareció oír unos gritos ahogados, ¡¡¡zocoogooo!!!, decían, o algo así. Menudo susto nos llevamos al verle en
la lavadora, girando entre toallas y paños, los dos agujeros de su sábana
mirándonos espantados.