EL CAMINO
«Cuidado con los tréboles de
cuatro hojas ―decía Miguel― es una mentira. Y ni caso
hagáis a lo de que si tocas sin respirar una ortiga no te ortigas ―insistía mientras las pisoteaba descalzo, tan
tranquilo―. Son todo chorradas».
Lo de los tréboles nunca
encontré ninguno, y eso que cuando salía al campo iba fijándome en el borde de
los senderos. En cuanto a las ortigas lo dejé pasar, no me apeteció nunca
repetir ampollas a lo tonto.
Luego dejamos de ser jóvenes,
salimos del pueblo, tuvimos hijos y lo de perder el rato con minucias así nunca
más ocurrió.