EL
NARRADOR
Se
le hizo tardísimo sumando facturas, pero antes de medianoche consiguió enviar
el IVA trimestral por Internet. Cuadraba al céntimo. Para celebrarlo, sacó una
botella de vino de detrás de los archivadores y se bebió la mitad. Desinhibida,
empezó a contonearse pegada a la impresora, meneando el culo y frotándose el
pubis contra las teclas.
¡Vaya con la secretaria, me estaba poniendo a cien!
¡Vaya con la secretaria, me estaba poniendo a cien!
Entonces
descolgó el teléfono.
—¿Digaaa? —contestó seductora.
—¿Digaaa? —contestó seductora.
—Quítate las braguitas, anda.
—¿Quién es usted? —dijo desconcertada. Pero obedeció y se bajó lenta, muy lentamente, el tanga.
El resto, querido lector, se queda entre ella y yo.
—¿Quién es usted? —dijo desconcertada. Pero obedeció y se bajó lenta, muy lentamente, el tanga.
El resto, querido lector, se queda entre ella y yo.