LA ESQUELA
—¡Yo no la he escrito!
Ramonín tenía las uñas de tía Gertrudis
hincadas en el brazo, estaba muy alterada. La víspera el tío Damián, en su
lecho de muerte, le había dictado su necrológica.
—Nada de cruces, Ramonín. Quiero la hoz y el martillo.
Y que ponga «Chemari no te olvida». La comidilla del pueblo va a ser: rojo y
maricón, jajaja. —Y de la misma risa fue y se ahogó.
Pero no era eso lo que desquiciaba a su
hermana, sino que abajo, donde decía la hora del entierro, el puñetero le hizo
escribir: «Os quedáis sin la receta de los riñones al jerez».