EL
DISFRAZ
Era inútil intentar zafarse de
tía Luisi en carnaval. «Tú este año de egipcia» me dijo una semana antes, en
la comida familiar.
Después del postre, mientras
jugaba a que mi Barbie Sirenita se ahogaba en el fregadero y venía Ken a
rescatarla y le montaba el pollo por no saber nadar, «tú
eres tonta o qué», le reñía el muñeco mientras le masajeaba el
pecho, «una
sirena, como mínimo, tiene que flotar», tía Luisi me tomó medidas.
El día antes de la función escolar vino a
despertarme. Me extrañó que no llegara cargada de bolsas.
—Nena, ven pa´cá.
Y me plantó una nariz en la cara, sujeta con
dos gomas a las orejas. «La esfinge, antes de romperse», me explicó, mientras
se magreaba con su novio, un tío bien macizo.
Menos mal que mamá sabía lo del nuevo ligue y
me compró una túnica llena de jeroglíficos. Preciosa.