EL
GATO CON BOTAS
Pese a poner toda su gallardía
e ingenio al servicio del mindundi que
se haría con el castillo, que se coronaría rey y que se casaría con la única hija
del destronado, al gato con botas le fue fatal.
La princesa era una cursi que
le puso coletitas y le prohibió andar con las botas llenas de barro por los
mármoles recién fregados. Pero lo peor fue cuando empezó a llamarle Misifú.
Demasiado para él, que se lió a arañazos con la heredera.
Actualmente el gato acumula polvo
en la estantería de un museo, mientras lloriquean sus ojos de cristal.