CATORCE AÑOS
Cogió el primer tren. Sabía que, después de tantos años,
estaba por fin preparada.
La mañana de Nochebuena la ciudad había amanecido escarchada
y los prados que se veían por las ventanillas lucían blancos por la helada.
Se bajó en el apeadero de su pueblo y subió el camino
tapizado de pedruscos y musgo hasta que llegó donde estaba su hijo. Habló con
su lápida, le escupió toda su rabia, pero también le dijo que le perdonaba por
escaparse aquella noche y estrellarse con la moto contra la puñetera tapia. Y
que él también la perdonara.
Lloró todo de golpe.
Después regresó a casa.
Aquella Navidad sería distinta.