ELLA
Como para olvidarse de aquella
noche de verano. Y eso que bebimos tequila como renegados y a mí me sienta
fatal. Se me suele ir la olla si mezclo cerveza y licores. Pero a María o Miranda
o Amanda, o como se llamase la pelirroja que conocí en el pub donde tocaba mi
grupo de rock favorito, con ese bajo tan genial, le apeteció, a las seis de la
mañana, subir al faro.
—Así vemos la puesta de sol —me
susurró al oído mientras recorría con su lengua mi oreja de arriba abajo.
Yo ya tenía la entrepierna como
una estaca y ella que venga, que para el faro tú y yo.
—Sí, sÍ —dije.
Y cuando fuimos a la parada de
taxi para no llegar tan fatigados coge la tía y se enamora de uno que había
allí.
De mí ni se despidió.