EL NÁUFRAGO
Con lo cómodo
que era teclear en el ordenador, usar el corrector, elegir el tamaño y tipo de
letra, justificar márgenes…
No estaba acostumbrado
yo a andar escribiendo mensajes con tinta de cachón en una mierda de papel secado
sobre una roca, me cabreaba que no veas. Pero según me iba bebiendo las
botellas de vino de unos viñedos de Ruiloba que encontré dentro de un
contenedor en la playa, me fui animando con la escritura, me daba menos pereza
escribir.
Y mandé esto
a un concurso. Dentro de una de aquellas botellas, claro.