VACÍO
Solo
le quedaba un cigarrillo en aquel paquete arrugado. Lo sacó y estiró, esparciendo
hebras de tabaco en su pantalón negro. Con el mechero del coche lo encendió,
aspiró una bocanada de humo y tosiendo, medio asfixiado, maldijo el puto
veneno. Abatido, la maldijo a ella también.
Lo
apagó y siguió revolviendo la guantera, dejando caer en la alfombrilla un
ambientador de canela, las gafas graduadas de ella, el navegador, los caramelos
mentolados de ella, unas flores secas y el pañuelo con el que ya nunca volvería
a cubrirse, ella, su cabeza pelada. Desconsolado, imaginó encontrarse una
pistola con una bala en el cargador.