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«Delicioso el
sorbete de ostras, oyes. La hamburguesa de fresas y la ventresca de anémona,
también. Sabrosísima la hoja de parra bañada en espuma de pistachos, toda una
trampa para los sentidos. Y no te digo nada de la lasaña de cangrejo servida
con salsa de brócoli dentro de la cáscara de una vieira. Ah, y de postre
gelatina de cortado en una taza».
Porque de lo último de lo que aquel cuentista arruinado se iba a olvidar, para martirio de los otros comensales, era de ficcionar hasta en un comedor social.
Porque de lo último de lo que aquel cuentista arruinado se iba a olvidar, para martirio de los otros comensales, era de ficcionar hasta en un comedor social.