PROTAGONISTAS
El otro, hombre o mujer,
siempre muerto. A veces es que ni se les reconocía, esa era la verdad. Con las
sudaderas empapadas, la cara cubierta de algas, los pelos pegados al cráneo… Se
los encontraban siempre en muy mal estado y sin tarjetas de identificación. Entonces
comenzaba el trabajo anónimo de los encargados de la basura y el depósito
municipal: unos arrastraban con el rastrillo los cadáveres a la orilla; los otros
les tapaban con una manta y enganchaban tarjetas al pulgar del pie con un
elástico.
Pero el click del fotógrafo en el momento exacto era el que se hacía viral.