ENAJENADA
En esa casa no vive
Mizuki Tanaka desde hace unas semanas. Ella jamás se habría olvidado de regar
la camelia que se amustia junto a la ventana del cuarto, ni habría permitido
que se cubrieran de polvo las estanterías donde se amontonan los peluches.
Delicadamente los mete junto a bodies
y baberos sin estrenar en una bolsa de basura y va a la cocina.
En el fogón sisea una tetera.
Mizuki apaga de un soplido la llama antes de sentarse en el suelo. Esta vez,
ningún vecino alarmado por el olor a gas podrá detenerla, sonríe amargamente
mientras prende un cigarrillo. Llevaba nueve meses sin fumar.