EFÍMERO
En un principio, me encantó
cómo sujetaba mi cintura al bailar en la pista, sus dedos firmes apretándome las
caderas y el aroma varonil de su loción de afeitado. Sí, aquel chico tan guapo
me hacía levitar. Unas horas y varios ponches después se ofreció a llevarme en
su Simca 1000 hasta casa. Como nunca bebo no me percaté de la encerrona y
terminamos en el asiento trasero desnudos, hechos una madeja de brazos y piernas.
Nueve meses después, los gemelos pusieron a la pasión un punto al final.