ESPEJISMO
No era el mar pero se le parecía. Por suerte, el agua era
dulce y bebió y bebió hasta calmar su sed. Estaba exhausto y como no sabía
nadar se puso a bracear en la misma orilla, sacudiendo los pies al compás.
Cuando se cansó, se tumbó en la arena con una caracola pegada a la oreja, se
dejó mecer por el rumor de las olas y, soñando con una parrillada de cigalas,
se quedó dormido.
Lo encontraron unos beduinos abrasado por el sol del
desierto. El explorador sujetaba una roca contra la sien y de la nariz le
colgaba un escorpión.