ƎṆ ƎĻ ƠƬƦƠ ĻÂÐƠ
Siente el
aliento fétido del monstruo salpicándole la nuca y corre tan rápido como puede.
En su huída tropieza con unas raíces, cae, se levanta, atraviesa la portilla
abierta del jardín y resbala sobre el césped, arañándose con las ortigas. De un
salto―bien
calculado― se
cuela por la ventana de su habitación, baja la persiana, se desviste y se
acuesta, tirando tembloroso de la manta hasta cubrirse la cabeza. Casi cada
noche.
Todas las
mañanas, su madre entra a despertarle, le besa, le revuelve el pelo, le
destapa. Pero hoy, al ver los rasguños, le pregunta aterrorizada si ha vuelto a
tener pesadillas.
Él niega,
confuso. Con una sonrisa forzada, asegura que ya es mayor mientras busca
desesperado su otra zapatilla.