ABAJO
EL TELÓN
Para implorarle que vuelva a
casa consigue evitar el tic del ojo y no levanta la voz, lo ha practicado
montones de veces frente al espejo. No titubea para asegurarle que sí, que
sigue yendo a la consulta de la doctora Fabiana mientras cruza los dedos detrás
de la espalda. También ha ensayado, y mucho, lo de aceptar con una enorme
sonrisa el capuchino de máquina que le trae Amanda, la secretaria pelirroja.
Hasta ahí bien. Pero nunca
consigue que atraviese el umbral de la puerta, porque se pone a gritar y
tirarse de los pelos cuando le ve entrar sin limpiarse los zapatos en el
felpudo.