COTILLEOS
—¡No quiero volver a verte
nunca más con los calcetines agujereados! —plañía desganada la
viuda, mientras golpeaba con los puños la caja del difunto Matías—. Tú siempre
dejándome mal, en boca de todas.
—El Matías, el del molino —comentaba
la pescatera al dar el cambio a una clienta— perdió una albarca cuando lo
atropelló el tractor.
—¿También viste tú sus
calcetines sin remendar?
—No, pero me lo
han contado. Una dejada ha sido esa mujer, toda la vida.
Así discurría
el funeral del Matías, que a buena hora se le ocurrió cruzar la carretera sin
mirar.