domingo, 30 de abril de 2017

Esa boca...

ESA BOCA…


—¡Desgraciado, tarambana! Termínate el café ¡y a ordeñar! —rugía la Domitila echando achicoria al tazón del hijo. No había amanecido aún cuando el pobre hombre bajaba al establo. A ciegas, que ni bombillas había.
—¡Mierda! —exclamó al tropezar con algo. Fue decir esto y aparecer detrás la vieja con un cubo lleno de agua sucia y jabón y restregarle la boca.
—No se dicen palabrotas, ¡mentecato, retrasado!
Así empezaban los días; acababan dejándose ganar al chinchón.
—Siempre te gano, botarate, ssudnnodmmll… ¡agghhh!
Aquella noche, se le ahogaron los insultos con un paquete de cartas sin abrir atravesado en la garganta.