miércoles, 29 de mayo de 2024

Zona de confort

ZONA DE CONFORT

Da gusto ver una señora tan mayor como doña Adela lo conjuntada que va siempre, lo bien que sabe acicalarse y el cutis que tiene. De las dos habitaciones de su casa, una es un vestidor, lleno de armarios con ropa, bolsos y zapatos, y la otra su dormitorio. En la salle de bain, como gusta ella de llamar al baño, tiene una cantidad de tarros, lociones, potingues, tónicos, sérums y cosas de maquillarse —brochas, pinceles, pintalabios, coloretes, sombras de ojos— que ya quisiera para sí una de esas influencers de moda. Usa cada día una mascarilla, ora hidratante, ora oxigenante, ora nutritiva, y la crema de noche la aplica en la piel dando ligeros golpecitos con la yema de los dedos. Y bajo ningún concepto sale a la calle ni permite que nadie la vea sin estar presentable, asunto al que dedica varias horas incluso en días como hoy, en los que se queda recostada en la cama.

¿Que por qué está la pobre mujer al borde del colapso? Pues porque hace un par de meses, por su ochenta cumpleaños, las tres amigas con las que toma cada tarde el té y echa unas partidas a la brisca le regalaron un fin de semana en Florencia en un vuelo de Ryanair.

—No olvides, Adela —le recordó la víspera por teléfono Charito— que solo puedes llevar una bolsa de 40 x 20 x 25 y una pieza de equipaje de diez kilos de 55 x 40 x 20. ¡Ya verás qué chupi lo vamos a pasar!

Así que esta mañana, al ponerse a preparar el neceser con lo básico para tres días, o sea, con un frasco de cada cosa, se dio cuenta de que había llenado las dos bolsas enteras y aún le faltaba por meter chaquetas, faldas, blusas, un anorak por si llovía, el pijama, etcétera. Fue entonces cuando empezó a sentirse mal, a ponerse pálida, a entrarle sudores fríos por la espalda y flaquearle las piernas. Como veía que igual se iba a caer, se volvió a la cama, cogió el teléfono y con un hijo de voz que daba lástima oírla le dijo a Charo que creía que había cogido la Covid, que había avisado al doctor, que se fueran sin ella, que lo pasaran muy bien y que ya le enseñarían las fotos cuando volvieran.

Después de colgar, aliviada por el peso que se ha quitado de encima y por poder continuar tranquilamente con su vida, parece que se siente mejor.