miércoles, 29 de mayo de 2024

Duelo

DUELO

Durante el día, una bruma muy densa inunda cada esquina de su dormitorio. Es tan pegajosa y espesa, que sentada en la butaca apenas se entera de quién viene, quién va, lo que le traen para comer en la bandeja, las cosas que le cuentan para distraerla las otras viejas, lo que dicen en esos estúpidos programas de la tele.

Por la noche, cuando por fin la dejan sola y todo queda en silencio, se pone a llover en la habitación, se desconcha el gotelé de las paredes, del techo caen trocitos de yeso desmigado que se enredan en su cabello. Arrebujada bajo la colcha, con el frío agarrado a su piel, a sus articulaciones y huesos, deja pasar las horas en vela, abrazada tiritando a sus piernas, como un feto. Toda su atención se concentra en apretar fuertemente los párpados; no quiere abrirlos, no quiere no verle en la cama de enfrente.

Cuando amanece, la habitación está entera blanca, la escarcha cubre el suelo y una fina capa de hielo se resquebraja bajo sus pies al levantarse. En el espejo del baño ve un rostro borroso, desdibujado, y siente un gran alivio en el pecho al imaginar esa cara diluirse, ese cuerpo encogerse hasta desaparecer. Pero entra entonces la auxiliar y dando los buenos días, cantarina, risueña, espera a que se trague las pastillas azules y en ese momento regresa un día más, la niebla a ocupar su cabeza.