miércoles, 29 de mayo de 2024

Crianza

CRIANZA

No le gusta a Moncho nada ir a clase, sentarse en el pupitre a extraviarse en el laberinto de las matemáticas, mirar el mapamundi para saber dónde está Ucrania o qué provincias riega el río Guadiana. Del libro obligatorio este curso, La Celestina, sigue sin pasar de la primera página. Y le importa un pepino quiénes fueron los Reyes Católicos o cuál es el pico más alto de España.

Todo eso al muchacho le da igual. Lo que realmente le motiva ahora mismo es crearse una imagen propia, única, inconfundible. Con esa finalidad lleva más de dos horas frente al espejo del baño, dedicado a perfilar su flequillo probando distintos geles fijadores, el color más chulo, peinándolo hacia un lado o el otro, hacia delante o atrás, determinando el largo idóneo y valorando también el asunto de las patillas, el rasurado, la posibilidad de dejarse una perilla, en fin, esas cosas tan importantes. Porque su objetivo es convertirse en TikToker, crear contenidos, ser reconocido, hacerse viral.

Tan abstraído está contemplándose que no ve a sus padres parados en la puerta, mirándole de brazos cruzados. Porque visto que todo son suspensos y que está faltando a clase, y tras una breve tormenta de ideas en el salón de casa, han decidido que, si no quiere estudiar, pues hale, a currar con el padre. De lunes a sábado, en el mercadillo, jornada desde las cinco de la mañana para comprar la fruta en el mayorista hasta las tres y pico o cuatro de la tarde que terminan de recoger el tenderete, todo el rato sin parar, ayudando a descargar cajas y subiendo pedidos a un montón de pisos sin ascensor.

Y tal como imaginaba su madre, «que para eso le he parido», según sus propias palabras, un solo día en el mundo laboral ha sido suficiente para que retome el curso con inusitado interés.